Viva la estética

Publicado en el suplemento El País de las Tentaciones del diario El País, 8 de noviembre de 1996


Dentro de un entorno sociocultural que tiene la pereza mental como principal aliado, no es de extrañar que los jóvenes que deciden dedicarse a la creación musical contemporánea sólo encuentren, a primera vista, inconvenientes. Pero eso, para ellos, no debe constituir un obstáculo, sino, antes bien, un poderoso estímulo del que pronto aprenderán que la no obtención de beneficios económicos -¿quién podría vivir de componer música contemporánea?-, que hace de la composición cualquier cosa menos un oficio, es una fuente inagotable de beneficios estéticos. Esa ausencia de sentido crematístico, modus vivendi, de la actividad permite liberarla de servidumbres materiales, y elevarla a una categoría puramente mística en la que el arte pierde su sentido práctico originario para devenir, simplemente, una continua ocupación lúdica consistente en la resolución de problemas estéticos. Y uno de ellos, característico de un buen número de compositores pertenecientes a la generación más joven, es el de qué hacer con su profundo conocimiento de la tradición, en la que están sólidamente formados y de la que no sólo no huyen, como hicieran sus precursores inmediatos, sino a la que tratan de integrar en su nueva música, en una inteligente concepción del presente como síntesis equilibrada entre pasado y futuro.